lunes, 4 de abril de 2011

LLAMAMÉ CHECHU.cap1.




Cap 1. Carta a Miguel Angel


Hola Miguel Ángel,
Soy Juanju. ¿Qué tal la vida? Yo sigo como siempre trabajando, haciendo deporte en el mismo gimnasio de siempre y con los amigos de siempre. Pero con la diferencia de que me cambié de barrio. Tu fuiste el primero que te marchaste a vivir fuera y según me han dicho la vida te fue muy bien. Aun recuerdo cuando jugábamos a fútbol en la calle y como portería utilizábamos una persiana y la gente no se enfadaba porque hiciéramos
ruido, o cuando tirábamos globos llenos de agua con lejía a la ropa tendida (en  este caso la gente se enfadaba un poco más, nunca comprendieron nuestro humor).
Pues hace poco estuve por nuestro antiguo barrio. Supongo que recuerdas la armería que había al final de la calle Mallorca que se llamaba “pa’mi culata, pa’mi morena”, pues ahora es un bar de chinos, se lo que te estas pensando ¿Por qué los chinos compran bares en época de crisis? Pues por la misma razón por la que los perros se lamen los genitales; porque pueden.
Los dueños del bar respetan el nombre de la armeria. Incluso en la parte superior de la entrada sigue conservando el cartel luminoso con el nombre “Pa’mi culata, pa’mi morena”, aunque no se iluminan todas las letras así que la ver el cartel de noche lo único se puede leer es “Puta morena”.La puerta la cambiaron, ahora es de aluminio oscurecido por el tiempo o la suciedad, junto a ella hay dos grandes ventanas con unas amplias cristaleras que dejan ver el interior y en las que hay escritas 2 palabras a brocha y pintura. Dos palabras que dan una información poco concreta pero que atrae a la gente que tiene hambre. Estas dos palabras son: “TAPAS VARIADAS”. La entrada al bar se podría definir como una entrada nostálgica, que te avoca al pasado y te hace recordar momentos felices de tu juventud, aunque yo la definiría mas como “una entrada de mierda”.
Al abrir la puerta el ambiente es especial, irrespirable hay una mezcla de olores indescriptible, para que os hagáis a la idea; si ponéis la dirección de el bar en google earth se ve un a niebla verde saliendo por la puerta.
El local es pequeño, solo caben tres mesas que están colocadas al lado derecho y la barra que esta colocada al lado izquierdo ocupando toda la pared de punta a punta, menos un pequeño hueco por donde entra y sale el camarero. El color de la pared es amarillo aunque nunca se pinto de este color, antiguamente la pared fue blanca. La barra de madera con varias capas de barniz que intentan disimular frases grabadas con algún objeto punzante. Frases sabias y que te hacen reflexionar como por ejemplo: “Quien no tiene cuernos es por falta de calcio” o “café y cigarro; muñeco de barro”. En medio de la barra hay un expositor de cristal donde están colocadas varias tapas que no conservan el color con el que, un tiempo atrás, salieron de la cocina. Pegados a la barra ahí cuatro taburetes metálicos de color negro en los que normalmente siempre se sientan las mismas personas, incluso a alguno de ellos al que le llega el correo al taburete. Si te sientas en uno de esos taburetes se pueden ver, detrás de la barra, cinco estanterías a distinto nivel y llenas de botellas de licor de toda clase.
Enfrente de la barra están las tres mesas, una mesa es de esas de promoción de una cerveza, de plástico, roja y en la que se lee en letras grandes “Estrella Damm”, y que algún gracioso cambió la primera “m” de “Damm” por una “u” y la ultima “m” por una “n”, o sea, que ahora se lee “Estrella Daun” (como el síndrome). La otra mesa es metálica a juego con los taburetes y la última mesa es una caja de coca-cola dada la vuelta. Entre la barra y las mesas se forma un pasillo que te lleva hacia una puerta de madera, haciendo juego con la barra, y con un cartel que no refleja la realidad porque en el se lee: “Servicios”, en plural, cuando solo hay uno… Aunque es muy  generoso  llamar “servicio” a un agujero en el suelo y una manguera.
Pues estando tomándome un café en ese bar (que sigue respetando el nombre de la armería) entró un tipo vendiendo cd’s  y películas  pero a diferencia de todos los vendedores ambulantes, este no olía a cartera de piel. Su olor era especialmente agradable, era como un despertar en un prado bañado por el rocío de la mañana, daba sensación de paz y de alivio, como un oasis de aire fresco dentro de una ciudad contaminada. Era de estatura media, Su pelo era largo y brillante,  su barba poblada pero corta, su mirada era azul, penetrante y tranquila, andaba pausadamente con una media sonrisa en los labios que te le daba seguridad a cada paso y te transmitía respeto. Respeto que perdía totalmente cuando te dabas cuenta que iba vestido con unas mallas fucsias de Bershka, un top de las Súper-Nenas y unas zapatillas Kangoo con luces en los talones.
Ese hombre me pregunto si quería comprarle algo. Yo, sin articular palabra y totalmente embelesado por la espiritualidad que desprendía y que se acentuaba al tenerlo tan cerca le dije que “no” moviendo la cabeza a un lado a otro. Cuando se fue pregunte  al señor que tenia al lado que quien era ese tipo. El señor, después de vomitarme repetidamente en los pies debido a la borrachera descomunal que tenia, me dijo que lo único que sabia de ese hombre es que vivía de alquiler en la calle Puerto Urraco nº 32, 3º 1ª y que le invitaba a un carajillo sin café. El 3º 1ª de esa calle y ese numero es justo donde vivías tu. Y te escribía esta carta para ver si  sabias a quien le alquiló el piso tu madre. Porque no te lo vas a creer… pero creo que tu inquilino es Jesucristo.

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